No quiero mejorar: las resistencias en psicoterapia


María llegó el primer día muy ilusionada a la consulta. Creía que junto a un profesional los problemas que la abordaban serían más fáciles de solucionar. Sin embargo, pronto empezó a sentirse atacada, a negar esa realidad de la que su psicoterapeuta tanto le hablaba. Ella no se sentía identificaba y hasta llegó a pensar que no le hacía falta la psicoterapia porque el profesional no era el adecuado para ella. De lo que no era consciente era de que las resistencias en psicoterapia habían empezado manifestarse.
A nadie le gusta reconocer que siente celos, envidia o que ha cometido un error. Cuando María llegó a la consulta creía en una realidad que se vino abajo cuando el profesional, ajeno a ella, le explicaba lo que veía. María tenía depresión. Tras un divorcio muy doloroso, la tristeza la invadió, los cambios de humor se hicieron habituales y dejó de ser ella misma. Fue entonces cuando decidió pedir ayuda.

Las resistencias en psicoterapia son naturales
Las resistencias en psicoterapia son totalmente normales. Lo que sentía María era algo natural, porque su punto de vista de repente había cambiado por completo. Ella llegó a la consulta sintiéndose una víctima. Su pareja la había maltratado, le había sido infiel y ella había estado aguantando durante 20 años con esa persona porque la amaba, o eso creía.

Sin embargo, en la consulta el psicoterapeuta indagó un poco más sobre el tema y se dio cuenta que María también se había visto con otras personas durante la relación, que guardaba rencor y que, en la actualidad, sentía celos porque su expareja estaba ya con otra persona. María al oír tales afirmaciones negó todo con rotundidad. Ella creía que todo esto era una consecuencia de los actos de su expareja y no quería hacerse responsable de ellos.
Esta es la primera de las resistencias, la negación de una realidad que no deseamos aceptar pero que igualmente nos influye. María evitaba algo que le parecía invasivo y doloroso. Pero, esa negación tan apresurada delataba que había un problema. Sin embargo, cuando hubo un pequeño avance surgió otra dificultad, el progreso era demasiado lento.

María empezó a faltar a las consultas, a decir que estaba enferma para acudir a la cita… Los progresos no se daban de un día para otro y esto la desmotivaba. Fue entonces cuando el psicoterapeuta le habló a María del miedo, de la impaciencia y de las expectativas irreales.

Tras superar esto, como no podría ser de otra manera, surgió otra de las resistencias en psicoterapia, la de creer que “ya estoy bien”. Después de dos dificultades, casi resueltas, María creía que estaba lista. Sin embargo, esto no era más que regresar al principio. Una actitud defensiva para escapar de una situación a la que le quedaba aún mucho trabajo por delante.

El refugio de las excusas
Como hemos podido ver, las excusas son la base de las resistencias en psicoterapia. María ya quería dar por finalizado el progreso. Se sentía mucho mejor, la depresión estaba controlada, los celos que sentía se habían ido y el rencor, bueno…, creía que iba por un buen camino. Además, ¡había superado dos resistencias!

No obstante, había muchas cosas más en las que trabajar: creencias, autoestima y relaciones interpersonales. María no consideró todo esto parte esencial de la terapia, sino un “a mayores” y empezó a tener pensamientos descalificantes hacia su terapeuta. Esto reflejaba una falta de compromiso y de confianza, pero sobre todo una gran frustración por no haber terminado lo que creía que ya estaba solucionado.

Sin embargo, todo esto fue muy positivo. Los posteriores “no tengo tiempo”, ” no me hace falta” y demás excusas que María se fue imponiendo le sirvieron al terapeuta como una herramienta para mostrarle a María el autoboicot que ella misma estaba llevando a cabo.

Trabajando con diferentes técnicas, utilizando la historia de “alguien” para que María viese su propia situación desde una perspectiva diferente, hicieron que estas resistencias fueran cayendo por su propio peso. Esto le enriqueció mucho y amplió su perspectiva, antes muy limitada. Poco a poco María se dio cuenta de lo que ocurría y empezó a aceptarlo.
A todos nos cuesta admitir que somos celosos, cuando en realidad creemos que es la otra persona la que actúa de una manera inadecuada. También decimos que no guardamos rencor, pero es solo hasta que alguien saca ese tema tan espinoso que nos hace saltar de ira. A veces, un problema difícil de ignorar esconde otros más profundos y menos visibles. En incontables ocasiones, nos mentimos a nosotros mismos, pero no podemos mentirle a los demás y mucho menos si tratamos con un profesional.


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Comentarios

  1. Muy cierto, cuando queremos ver a la otra persona desde nuestro lugar, desde nuestro punto de vista, creencias o forma de ser en vez de pensar que la otra persona no tiene porqué pensar, sentir, creer o actúar como lo harías tú, solemos caer en el victimismo. Cuesta mucho cuando quieres a alguien y temes perderlo por inseguridades,pues. con las inseguridades te haces primero daño a tí mism@ y luego a tu pareja

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