Cuando a
lo largo del tiempo solo encontramos rechazos e indiferencia en alguien es
difícil que podamos percibir que se interesa por nosotros, nos quiere y nos
extraña. Es fácil así pensar que hay algo en nosotros que nos hace desmerecer
la atención de alguien y, entonces, sentirnos menos valiosos y dejar caer en
picado a nuestra autoestima.
Y es que aunque todos merecemos sentirnos respetados y
amados por los demás, no siempre sucede esto, sino que es habitual encontrarnos
con algún que otro desplante o decepción a lo largo de nuestra vida.
La indiferencia y el rechazo generan un gran dolor
emocional, el cual por su parte es totalmente equiparable al dolor físico y no
debemos desestimarlo. De hecho, se ha encontrado que la indiferencia estimula
las mismas áreas cerebrales que el dolor físico y que, por tanto, puede llegar
a resultarnos igual insoportable mentalmente.
Con el tiempo aprendes a respetarte y a conectar emocionalmente
con quien lo merece
Con el tiempo aprendes a respetarte y a darte margen ante
la indiferencia de los demás, a reconsiderar tus relaciones y a prestar
atención a las necesidades emocionales propias y ajenas. Sin embargo, es
importante aprender a reconocer los intentos de “desconexión” de los demás
hacia nosotros (y viceversa). Veamos algunos comportamientos que hacen sentir
indiferencia:
Si una persona se despreocupa en vez de prestar atención
Si esto ocurre nos están mandado un mensaje directo: no
me interesas. No es que las personas que descuidan a los demás tengan la
intención de hacer daño, sino que se ven atrapados de manera temporal por sus
propios intereses y no logran concentrarse en las personas que les rodean.
Por nuestra parte, el antídoto principal para evitar
mostrar desinterés e indiferencia es preguntarnos qué objetivo tiene una
relación para nosotros. De este modo, si lo que queremos es conectar debemos
plantearnos el rol de coleccionistas de momentos emocionales buscando y celebrando
momentos en los que nos acercamos a nivel emocional con los demás.
Estar a la defensiva
Si en vez de mantener una actitud de escucha empática en
cada interacción se intuye cierta indiferencia, hostilidad y actitud defensiva,
entonces los intentos de conexión están siendo saboteados.
Cuando los intercambios comienzan con actitudes
negativas, acusatorias o críticas es fácil predecir cómo se desarrollará la
conversación o la relación desde ese momento. Así que no queremos que la otra
persona se sienta menospreciada, es importante que cuidemos nuestra formas a la
hora de dirigirnos a los demás.
Evitar aquellas conversaciones que se deben mantener
Otra de las maneras más habituales en que recibimos
indiferencia es cuando se evitan aquellas conversaciones que se deben mantener
para arreglar aquello que no va bien. Esto, como es obvio, daña nuestras
relaciones y hace mella en nosotros.
De hecho, muchas veces las desavenencias más fuertes
surgen entre aquellas personas que dejan que la tensión crezca y crezca y
genere cada vez más confusión. Esto enfría las relaciones y crea distancias que
con el tiempo se hacen insalvables.
Es importante que aprendamos a detectar estos signos y
que perfeccionemos la manera que tenemos de conectar emocionalmente con los
demás. No obstante, también tenemos que saber reconocer de qué lado está la
balanza cuando reconsideramos luchar por mantener una relación.
No nos debe sorprender que estos casos se den, pero sí
que debemos protegernos de los intereses y egoísmos ajenos. ¿Cómo?
Revalorizándonos. Realmente la atención de una persona no tiene tanto peso en
nuestra vida como sentimos cuando la frialdad y la indiferencia nos vienen por
sorpresa.
Así que quizás la clave está en darse tiempo, comprender
esto y tomar conciencia de la importancia de reconocernos, de cuidarnos y de
atendernos. Porque si no estamos bien con nosotros mismos será mucho más fácil
que nuestra autenticidad y de nuestro bienestar se deterioren. Y esto, por
supuesto, no vale la pena.
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